y no descansa,
que me exige ser testigo.
Testigo de mis silencios,
de todo lo que me invita al respiro,
respiros despintados,
respiros preguntados,
respiros resguardados
de algún dolor mal alineado.
Lirismo egoísta,
que cree que mi alma es el centro de este mundo,
tan amplio y saturado,
de palabras contagiosas y desconsideradas,
que distraen a mi par de alas
y las convencen de no poder ser desplegadas.
y las convencen de no poder ser desplegadas.
Apaguemos mi mirada,
apaguemos mis palabras...
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