lunes, 5 de octubre de 2009

Que no se rindan mis abrazos,
ni se escondan mis palabras.
Que mis ojos digan,
lo que excede mi habla.
Que mis sueños abarquen
esa realidad ignorada.
Que sin temor, sea mi alma
la que decida mis pisadas.

Hay caminos callados,
que en su silencio
abren espacios inesperados:
es a ellos que, intencionalmente,
me voy entregando.

Que no se rindan tus abrazos,
ni en secretos se escondan tus palabras.
Que tus ojos digan
lo que excede tu habla,
y sea yo capaz de captar esa mirada.
Que tus sueños abarquen
esa realidad ignorada.
Y sin temor, sea tu alma
la que se cruce con mis pisadas.

Hay caminos callados,
y no vale la pena apalabrarlos.

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