un mar austero y desinteresado.
Hoy quiero ser cómplice
de alguna tormenta,
que se lleve la gente y nos deje solos:
frente a frente,
a mis pies descalzos,
sedientos,
y a su orilla.
Orilla que insiste
en traer hasta mí,
un poco de aquel horizonte
donde el silencio desnuda al cielo,
y el espacio parece haber podido
escaparse del tiempo.
Que insista esta orilla,
y aunque sea con los ojos cerrados,
me deje creer que,
estar lejos o cerca,
no es cuestión de distancia
sino de permeabilidad del alma.
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