lunes, 4 de enero de 2010

Extraño
un mar austero y desinteresado.

Hoy quiero ser cómplice
de alguna tormenta,
que se lleve la gente y nos deje solos:
frente a frente,
a mis pies descalzos,
sedientos,
y a su orilla.

Orilla que insiste
en traer hasta mí,
un poco de aquel horizonte
donde el silencio desnuda al cielo,
y el espacio parece haber podido
escaparse del tiempo.

Que insista esta orilla,
y aunque sea con los ojos cerrados,
me deje creer que,
estar lejos o cerca,
no es cuestión de distancia
sino de permeabilidad del alma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario